28 de marzo de 2012

Todo va a salir bien


Solía recorrerse cada sábado de arriba abajo la calle de la casa dónde vivía, aún sabiendo que había salido. Se sentaba al final de la barra del bar sola, sin mirar a nadie y se limitaba a remover los hielos de aquella copa de Hendricks con su dedo índice mientras pensaba en tercera persona. Sí, con el mismo dedo con el que dibujó en su espalda planes de futuro los cuáles nunca se llegaron a desarrollar. Se tumbaba en el césped donde rieron por última vez mientras miraba hacia las nubes pensando que a lo mejor podría haber sido eterno. Recordaba como sus labios tuvieron la osadía de besar y rechazar el cielo mientras decía ‘Mi cielo está abajo, a su lado’. Se le aceleraba el corazón cada vez que cruzaban miradas y se limitaba a soñar con los ojos abiertos cada vez que hablaban de recordar. Sentirla era su pasatiempo preferido en los días que más necesitaba una sonrisa y un ‘Todo va a salir bien’. Pero nada salía bien, nada iba bien a pesar de todo.
Solía relacionar todo lo que le rodeaba con su figura. Sus manos la echan de menos, incluso su almohada la echa de menos. Renunció a varias oportunidades que le hubieran hecho también sonreír, pero ella estaba obsesionada con sonreír solamente de la manera en la que le hacía sonreír su amor. No sabe qué día fue el último, ni la hora exacta a la que sus labios se sellaron para terminar con todo. Ni siquiera sabe dónde aprendió a sonreír por fuera mientras estaba rota por dentro. Su problema fue que nadie le dijo que levantarse tras caerse es más digno que arrastrarse para intentar conseguirlo.
Pero después de todo, el mundo sigue girando aunque no esté a su lado y lo sabe, a pesar de que intente girarlo al revés para poder recuperar todo aquello.

Foto: Eva Blanco.


Sloa.

20 de marzo de 2012

Ojeras


Hace tiempo aprendí que quejarme de las ojeras no iba a hacer que desaparecieran. También aprendí que todo lo aparentemente grande tiene detrás un gran esfuerzo. Porque ni siquiera las torres más altas de Madrid se han construido solas. Yo sé que tú también tienes ojeras, y que le hacen sombra a tu mirada, a esa maldita mirada que sabe atraparme y no dejarme marchar en momentos decisivos.
A veces miro al pasado y me río por no poder cambiarlo. ¿Sabes? las llagas de los nudillos explicaban más cosas de las que creías. Sabías de sobra que el mundo no giraba en torno a ti, pero yo te hacía creer lo contrario para que fueras feliz mientras durase todo aquéllo. Creo que lo de chillar en silencio duele casi tanto como recordarte y saber que no te tengo cerca, a pesar de que me sonrías muy a menudo. Yo solía mirar el segundero rogándole que me prestara más tiempo para poder sentirte, pero me he dado cuenta de que el tiempo ni cura ni ayuda, sino que sólo agobia. Dame calor en tardes de manos congeladas y nariz roja. Dame confianza en noches tensas de ojos rojos.
Tanta montaña rusa me está mareando, pero yo sigo sin bajarme, porque sé que si lo hago voy a acabar arrepintiéndome.


Sloa.

10 de marzo de 2012

Lo sabemos.


Escribiría en pentagramas el sonido de su voz y de su cuerpo en contacto con la luz de mi flexo a altas horas de la madrugada. Viajaría no cientos, sino miles de kilómetros por encontrarte… no, mejor por encontrarme a mí. Me perdí hace tiempo, y créeme que lo volvería a hacer, aunque suene pesimista. Perderme para intentar encontrarme... incluso suena algo irónico. Sabes que te compraría el tiempo, pero lo malgastarías en hacer promesas para después poder romperlas. También eres consciente de que te compraría el cielo de madrugada, aunque no hace falta, porque sabes de sobra que tú brillas más que cualquiera de las estrellas que están en él, a pesar de que no te lo diga muy a menudo. Sabes que construiría mi sonrisa a partir de la tuya, pero sería inútil porque incluso la persona más feliz deja de sonreír en algún momento del día. Y es que no tengo demasiadas cosas que decirte, porque tú lo sabes. Yo lo sé. Lo sabemos.

Foto: Eva Blanco.


Sloa.