14 de septiembre de 2013

Motivos

Pensé en decirle que la vida era cada paso equivocado que daba a mi lado, pero no. También pensé en confesarle que para mí cada uno de sus lunares era una excusa para justificar el por qué no me marchaba.
Y pensar que le hubiera escrito en cada rincón de mi pecho lo mucho que me gustaba que se pasease por él...
¿Pero, cómo le iba a explicar que su silencio era un refugio cuando todo estaba a punto de estallar en ruido? ¿O cómo le iba a decir que no podía callar si no me miraba mientras lo hacía?
Ahora se me pudre el corazón cuando pienso en quién más le estará sonriendo. Esa persona le sonreirá antes o después de besarle; como si durante el beso no hubiese motivos suficientes para sonreír.
Anda que, mira que desperdiciar unos ojos a los que dejaste ciegos por culpa de tu manera de ver las cosas...