26 de agosto de 2013

Je suis triste.

-Dígame usted, ¿es necesaria la tristeza?
-He de afirmar, en verdad, que sin la tristeza no lograríamos entender el mundo de la manera que creemos hacerlo. Hay tristezas que piden a gritos ayuda, ¿sabe? Otras, sin embargo, tan sólo requieren soledad.
Lo cierto es que justifica vidas y muertes de la misma manera que las excusas justifican las mentiras.
-¿Está usted insinuando que la tristeza tan sólo es una excusa a todos nuestros males?
-Estoy diciendo que la tristeza es, por desgracia, la consecuencia de crear expectativas de una felicidad a la que nunca hemos aspirado más allá de nuestra imaginación. Podemos denominarla como 'la justificación del mártir', aquél que decidió encerrarse en las expectativas sin si quiera intentar convertirlas en realidad. Es por eso que las personas tristes viven con el iris roto y los ojos caídos, que a su vez es la consecuencia de soñar con alcanzar sus expectativas hacia el máximo bienestar posible.
-Y, dígame, ¿está usted triste?
-No, por supuesto que no. Yo no estoy triste; yo soy triste. Lo soy desde que centré mi uso de razón en intentar hacer realidad las expectativas de felicidad de otra persona. Son las consecuencias de centralizar mi capacidad de alcanzar mi bienestar máximo en el de alguien que ni siquiera fue capaz de agradecerme el estancamiento emocional en el que caí a cambio de su felicidad. ¿Entiende?
-¿Me está queriendo decir que usted 'es triste' por culpa de otra persona?
-Le estoy intentando explicar que la culpa es mía y vivo las consecuencias.


Sloa.